2008/09/28

Perón: Historia de un Engaño


El hombre que engañó a Perón
Se trata de una novela del escritor Daniel Sorín que hace foco en la aventura protagonizada por el físico austríaco Ronald Richter, quien desde la isla Huemul en Bariloche anunció que había logrado el control de reacciones termonucleares a escala técnica, un hecho que resultó ser un fraude.
"Hubo un documental sobre tema, y también un libro del físico Mario Mariscotti y la historia me ganó, lo que más me interesó fue partir de la certeza de que Perón no era un crédulo, entonces ... ¿cómo fue que Richter lo convenció de llevar adelante este proyecto?", pregunta Sorín en una entrevista con Télam.
Para contestar este interrogante el escritor elige una ficción basada en un hecho real con personajes reales como Richter, el doctor Enrique Gaviola, Kurt Tank o el coronel Enrique González que alternan con otros imaginarios: Julián Benito Pérez de Alesio (el protagonista) o el agente de la CIA Ralph Dreiser.
Richter llega el 16 de agosto de 1948 a la Argentina, luego de que un funcionario argentino en París lo invitara a venir al país debido a una sugerencia del diseñador alemán de aviones, Kurt Tank.
En la Argentina, Tank se reunió con Perón y le propuso el diseño y construcción de aviones para la Fuerza Aérea, tarea a la que se abocó en Córdoba, además de comentarle acerca de un austriaco de talento que decía que en el futuro los aviones serían impulsados por energía nuclear. Era Richter.
El encuentro con Perón se produjo días después de su llegada al país, y allí el austriaco sostuvo que traía nuevas teorías sobre la tecnología nuclear. Primero fue a Córdoba a trabajar pero pronto exigió su propio laboratorio. Y en 1949 se tomó la decisión de construir un centro en la isla Huemul en Bariloche. El 24 de marzo de 1951 hubo un anuncio oficial: "el 16 de febrero en la planta piloto de energía atómica en la isla Huemul de Bariloche se llevaron a cabo reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica".
Bajo un óleo conmemorativo del 17 de octubre, Richter aseguró: "lo que los norteamericanos consiguen en el momento de la explosión de una bomba de hidrógeno, en la Argentina ha sido realizado en laboratorio y bajo control", una afirmación que se pulverizó en apenas un año, luego de que un grupo de científicos sometiera a estudio el trabajo del austriaco.
"La presencia de Gaviola responde a las sospechas del coronel González -encargado de la logística del proyecto por Perón-, de que las cosas no funcionaban como debían, de las marchas y contramarchas que planteaba todos los días Richter y de sus delirios persecutorios", sintetiza el autor de este libro, recién publicado por Sudamericana.
Otro condimento de la historia, aporta Sorín, era la amenaza de Richter de irse a los Estados Unidos si no le daban lo que pedía. Y siempre que viajaba a Buenos Aires pasaba por la embajada de ese país, así que los corría con ese argumento. Y digamos una cosa: si Richter hubiese llegado a la fusión en frío el mapa geopolítico hubiese cambiado".
"De alguna manera valía la apuesta, aunque pronto empieza el desconcierto. El construye y destruye un edificio de 12 metros de lado con otro interior de cuatro, para plantear otro subterráneo. Supera el raciocinio de cualquiera. No había nadie en la Argentina para juzgar el trabajo de Richter salvo Gaviola y algunos pocos que estaban en contra antes de que el proyecto comenzara", relata Sorín.
A pesar del fracaso del proyecto, se creó la Comisión Nacional de Energía Atómica y "la consecuencia extraordinaria para el país es que después del cierre de las instalaciones en noviembre de 1952 hubo un desarrollo atómico que se frena en la última dictadura militar.
Es un nacimiento forzoso que después al país le dio muchos frutos", opina el escritor.
(Telam)

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