2011/05/26

Sabato por Sabato

Al inicio de Mayo políticos, intelectuales y decenas de vecinos asistieron al Club Defensores de Santos Lugares para acompañar a los familiares del escritor fallecido a los 99 años. Dias después la revista Ñ publico estas lineas...
Sabato por Sabato
Ernesto Sabato fue un autor que manejó una política de exposición y repliegue a las entrevistas, según la época. Cuando enfrentaba un micrófono o las páginas de un diario, le gustaba hablar de su vida y de sus preocupaciones intelectuales. Aquí, una breve antología escogida de reportajes televisivos, gráficos y artículos.
La infancia severa
Fui el décimo hijo de una familia de once varones. Mi madre era albanesa, mi padre de Italia. Era una familia de educación muy severa. Estábamos regimentados como en un ejército. Yo recuerdo estar acostado en una cama, con un hermano que tenía sarampión, para que nos contagiáramos, así mamá nos cuidaba de a tres o de a cuatro. Mi pobre mamá tenía que tener un régimen muy severo para manejar once varones, y muy difíciles todos. Papá tenía un molino harinero en ese pueblo de Rojas, que aparece un poco trasfigurado en mis novelas. El padre de Bruno, en Sobre héroes y tumbas , es el retrato de mi padre, tal como él era: severo, candoroso, muy violento.
Jorge Luis Borges
Con Borges fuimos amigos y nos separó la política. Cuando la llamada Revolución Libertadora llegó hasta lo peor, las torturas a militantes peronistas, yo denuncié una noche, por radio Nacional, nombres y apellidos. Se armó un gran escándalo. A los dos días salió una larga declaración de escritores y artistas condenándome, lo que significa que de alguna manera justificaban las torturas. Lo curioso es que fui siempre antiperonista como ellos pero, por lo visto, por motivos muy diferentes. Como siempre, fui un especialista en hacerme enemigos. Muchos años después hubo una reconciliación gracias a un joven escritor que logró que hiciéramos un diálogo que luego se publicó en un libro.
El libro soñado
De poder escribir un libro sería, sin duda, el último de mi vida, una especie de testamento –con perdon de la grandiosa palabra, como decían en mi pueblo de campo– sobre la esperanza y la muerte, lo que traté de lograr en Sobre héroes y tumbas y en Abaddón el exterminador . Pero, en este caso, algo realizado con palabras muy sencillas y elementales, quizás una pequeña ficción con la que soñé largos años: la historia de un carpintero viejo que vive solo con su única nietita, enferma de leucemia, condenada a muerte. Uno de esos hechos que nos hacen cavilar mucho sobre la existencia de Dios, al menos de un Dios omnipotente y compasivo. Problema que siempre me preocupó, y ahora en los momentos finales de mi existencia con mayores motivos. ¿Le tengo miedo a la muerte? No, y lo he sabido en tres momentos de mi vida en que estuve a punto de morir. Por otra parte, y dadas las características de la raza humana, he llegado a pensar que es una liberación. En cambio, sí temo a otras calamidades de la vida, que nos sumen en la tristeza y hasta en la desesperación, como es precisamente la muerte de alguien muy querido.
Antes del fin
Cuando uno llega a mi edad, descubre que lo esencial son las cosas más simples. Las imágenes de la memoria, las que quedan, son simples, pero esenciales. El rostro de mi padre, mi madre, las veredas de Rojas, lo más simple... Es que al fin, y antes del fin, eso es lo que más importa.
(Revista Ñ)

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