Murió Hugo Guerrero Marthineitz
El locutor y animador radial peruano radicado en la Argentina Hugo Guerrero Martinheitz, uno de los máximos referentes de la historia de la radiofonía argentina, fallecio durante el fín de semana en el Hospital Clínicas como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio, informaron fuentes médicas.
El mentor de sucesos como "El show del minuto" y "El club de los discómanos", Guerrero Martinheitz falleció a los 86 años, luego de haber sido ingresado al Clínicas con fuertes dolores de pecho y una descompensación.
Quien en su momento de mayor popularidad llegó a cobrar 20.000 dólares al mes, vivía sin embargo en los últimos meses sin casa y al borde de la indigencia, al punto de ser internado en julio pasado en un neuropsiquiátrico del barrio de Belgrano ante su delicado estado físico y mental.
Nacido bajo el nombre de Hugo Tomás Tiburcio Adelmar Guerrero Martinheitz el 11 de agosto de 1924 en la ciudad de Lima, quien fuera conocido en la Argentina como "El Peruano Parlanchín" era hijo de una modista de la oligarquía limeña militante del APRA y de un mayordomo y mecánico de automóviles, que se separaron definitivamente apenas después de concebirlo.
A lo largo de su vida, Guerrero Martinheitz hizo de todo, fue desde canillita hasta lustrador de muebles, pasando por todos los oficios y profesiones radiales: pinche, adaptador de novelas para radioteatro, redactor de noticieros, operador, locutor comercial.
Aun cuando no finalizó la escuela primaria, a los 14 años ya había leído "Crimen y castigo" de Fedor Dostoyevsky y alguna vez dijo: "Soy algo pedantón como todo nuevo rico de la palabra escrita que por haber leído algún que otro libro cree poder hablar como Borges".
Dueño de una personalidad indescifrable, única y particular, a los 26 años ya se había transformado en la estrella de la radiofonía peruana, momento en que decide mudarse a Santiago para estudiar teatro experimental en la Universidad de Chile con el objeto de mejor el manejo de su voz.
Para 1953 se muda a Montevideo luego de probar suerte sin éxito en Buenos Aires y en la capital de la República Oriental se convierte en un fenómeno de Radio Carve, obteniendo en 1955 su primer contrato en Argentina, con su programa "El club de los discómanos".
Este envío que debutó en el complicado horario de las 10 de la mañana se convirtió en un éxito arrollador, revolucionó el mundo de la música y los discos, del ritmo y del armado de un programa radial.
El hombre que cambió las estructuras radiales de la Argentina, creó una nueva manera publicitaria, grabó durante años el programa desde un estudio en su casa y nunca aceptó dinero para pasar discos sino que propaló su propia música, inventó en 1967 "El show del minuto", un programa que quedará por siempre en la historia de la radiofonía argentina.
De este programa se dice que fue la inspiración de la película de José Luis Garci "Solos en la madrugada" y que el genial envío "El loco de la colina", del andaluz Jesús Quintero, no fue más que una paráfrasis amplificada del mismo.
En este envío, que llegó a tener una duración de seis horas, Guerrero Martinheitz entrevistó a Jorge Luis Borges a lo largo de 120 minutos y aquí hizo su debut el llamado telefónico de los oyentes a la radio argentina, además de leer "Cien años de soledad" en sucesivas entregas. Dueño de una voz que dejaba una marca indeleble en los oyentes y también de una risa contagiosa, efusiva y amable, Guerrero Martinheitz fue el máximo exponente de la libertad creativa en un medio que no pocas veces pecó de pacato y formal y que en sus últimos años tiene la mala costumbre de copiarse a sí mismo y ser una rabiosa repetición de lo ya escuchado.
En televisión tuvo tres temporadas de su ciclo de entrevistas "A solas", que también marcó un estilo, y luego volvió con "Reencuentro", de menor suceso.
Casado en tres ocasiones y con tres hijos -uno de cada unión-, Guerrero Martinheitz obtuvo la ciudadanía argentina en 1975 y tuvo el valor de ir siempre en contra de la corriente de pensamiento dominante, asumiendo una actitud provocadora que, en más de una ocasión, lo dejó a él mismo fuera de la raya.
Su independencia inclaudicable, la expresión de su pensamiento y sus convicciones en todo momento y más allá de censuras, le valieron el levantamiento de sus programas y furibundas críticas, de izquierda a derecha.
Finalmente y luego de una intensa vida, que transcurrió siempre sin concesiones y apostando por lo que le dictaba su conciencia, el Negro Martinheitz apagó su voz para siempre en la ciudad que había adoptado como propia desde hacía más de 50 años.
Sin que se realice velatorio, según pedido expreso que él mismo hiciera, sus restos fuerón enterrados en el Cementerio de La Chacarita.
(AP)
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