Argentina celebró su bicentenario
Más de dos millones de argentinos se congregaron en el centro de Buenos Aires en el día del bicentenario de la Revolución de Mayo, para participar de los festejos.
Fue una escena inusual sobre la emblemática avenida 9 de Julio, donde no se había registrado una reunión de tal magnitud junto al Obelisco desde el retorno de la democracia, en 1983.
La agitada agenda protocolar del gobierno nacional culminó con una cena de gala en la Casa Rosada, con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como anfitriona.
Antes, la presidenta Cristina Fernández dejó inaugurada una “Galería de los patriotas del bicentenario” en el palacio gubernamental, con retratos de héroes latinoamericanos, desde Eva Perón y el Che Guevara a Túpac Amaru o Pancho Villa.
“Es un bicentenario popular, con el pueblo en la calle. Hace apenas 27 años que tenemos una democracia continua y la gente puede expresarse libremente, y yo quiero agradecerles a todos el patriotismo y la alegría con que han festejado”, declaró la jefa de Estado en su discurso.
Invitados y ausentes
Fernández aprovechó la ocasión para destacar también otro aniversario: el de su “proyecto”, como lo llamó. Fue también un 25 de mayo, en 2003, cuando el kirchnerismo llegó al poder, con la presidencia de su antecesor y esposo, Néstor Kirchner.
"Es un bicentenario popular, con el pueblo en la calle", dijo la presidenta Fernández.
“Gracias Hugo, gracias Rafael, gracias Evo…”, enumeró Fernández, refiriéndose por nombre de pila a cada uno de los mandatarios latinoamericanos llegados para las celebraciones: el venezolano Hugo Chávez, el ecuatoriano Rafael Correa; Evo Morales, de Bolivia, y su par de Chile, Sebastián Piñera, además del uruguayo José Mujica, el paraguayo Fernando Lugo y el jefe de Estado del vecino Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
En el convite de gala, sin embargo, hubo ausencias notorias. Contra lo que indicaría el protocolo, no se cursaron invitaciones a ningún ex mandatario –a excepción de Kirchner, en su carácter de “primer caballero”- y tampoco se incluyó en la lista al actual vicepresidente, Julio Cobos, con quien el kirchnerismo ha cortado relaciones hace más de un año.
La división entre el oficialismo y la oposición se marcó también en los actos religiosos del bicentenario.
Con una hora de diferencia -y separados por 60 kilómetros- se celebraron dos Tedeums. Al tradicional, en la catedral metropolitana, asistió el jefe de gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri, acérrimo opositor al gobierno.
El lunes, la presidenta Cristina Fernández había desairado a Macri al dejar vacante su butaca en la gala de reinauguración del Teatro Colón, organizada por la alcaldía porteña.
En tanto, el Tedeum al que concurrió la mandataria con ministros, senadores y otros funcionarios oficialistas tuvo lugar en Luján, una localidad al oeste de la capital.
Sin embargo, el mensaje desde el púlpito fue similar en ambos: la Iglesia católica hizo un llamado a borrar divisiones y diferencias partidarias.
“Urge recrear las condiciones políticas e institucionales que nos permitan superar el espíritu de confrontación permanente, que no hace sino agudizar nuestros males”, leyó el cardenal Jorge Bergoglio, en su homilía en la catedral.
“El bicentenario reclama soluciones, estimula a presentar propuestas y a mejorar la calidad de nuestras instituciones”, coincidió desde el Tedeum “oficialista” el obispo Agustín Radrizzani.
Divididos
La confrontación entre líderes políticos se puso de manifiesto durante los actos de festejo y, según opiniones recogidas por BBC Mundo, fue la “mancha negra” en la algarabía y el patriotismo que manifestaron los ciudadanos comunes.
En tanto, la gente en las calles porteñas olvidó por un momento la polarización y las disputas para volcarse a los festejos, que se replicaron en el interior del país.
Tras cinco días de conciertos y desfiles, el cierre en Buenos Aires estuvo a cargo de la vanguardista compañía teatral Fuerzabruta, con 2.000 actores en escena.
Montados sobre 19 carrozas, representaron símbolos y escenas clave de la vida nacional –de la crisis de 2001 a la inmigración del siglo XIX, del tango a la industria, de las Madres de la Plaza de Mayo al cruce de los Andes sanmartiniano- en medio de un gran despliegue pirotécnico y tecnológico.
Los visitantes desbordaron el Paseo de Bicentenario, un corredor en el que estaban representadas las 23 jurisdicciones del país y una imaginaria “provincia 24”: la de los argentinos residentes en el exterior.
Pasada la medianoche, la despedida tardía la hizo el rockero Fito Páez, quien entonó el himno nacional argentino, junto a una decena de músicos invitados, y gritó al micrófono su deseo para la patria bicentenaria: “Feliz cumpleaños, che”.
Más de dos millones de argentinos se congregaron en el centro de Buenos Aires en el día del bicentenario de la Revolución de Mayo, para participar de los festejos.
Fue una escena inusual sobre la emblemática avenida 9 de Julio, donde no se había registrado una reunión de tal magnitud junto al Obelisco desde el retorno de la democracia, en 1983.
La agitada agenda protocolar del gobierno nacional culminó con una cena de gala en la Casa Rosada, con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como anfitriona.
Antes, la presidenta Cristina Fernández dejó inaugurada una “Galería de los patriotas del bicentenario” en el palacio gubernamental, con retratos de héroes latinoamericanos, desde Eva Perón y el Che Guevara a Túpac Amaru o Pancho Villa.
“Es un bicentenario popular, con el pueblo en la calle. Hace apenas 27 años que tenemos una democracia continua y la gente puede expresarse libremente, y yo quiero agradecerles a todos el patriotismo y la alegría con que han festejado”, declaró la jefa de Estado en su discurso.
Invitados y ausentes
Fernández aprovechó la ocasión para destacar también otro aniversario: el de su “proyecto”, como lo llamó. Fue también un 25 de mayo, en 2003, cuando el kirchnerismo llegó al poder, con la presidencia de su antecesor y esposo, Néstor Kirchner.
"Es un bicentenario popular, con el pueblo en la calle", dijo la presidenta Fernández.
“Gracias Hugo, gracias Rafael, gracias Evo…”, enumeró Fernández, refiriéndose por nombre de pila a cada uno de los mandatarios latinoamericanos llegados para las celebraciones: el venezolano Hugo Chávez, el ecuatoriano Rafael Correa; Evo Morales, de Bolivia, y su par de Chile, Sebastián Piñera, además del uruguayo José Mujica, el paraguayo Fernando Lugo y el jefe de Estado del vecino Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
En el convite de gala, sin embargo, hubo ausencias notorias. Contra lo que indicaría el protocolo, no se cursaron invitaciones a ningún ex mandatario –a excepción de Kirchner, en su carácter de “primer caballero”- y tampoco se incluyó en la lista al actual vicepresidente, Julio Cobos, con quien el kirchnerismo ha cortado relaciones hace más de un año.
La división entre el oficialismo y la oposición se marcó también en los actos religiosos del bicentenario.
Con una hora de diferencia -y separados por 60 kilómetros- se celebraron dos Tedeums. Al tradicional, en la catedral metropolitana, asistió el jefe de gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri, acérrimo opositor al gobierno.
El lunes, la presidenta Cristina Fernández había desairado a Macri al dejar vacante su butaca en la gala de reinauguración del Teatro Colón, organizada por la alcaldía porteña.
En tanto, el Tedeum al que concurrió la mandataria con ministros, senadores y otros funcionarios oficialistas tuvo lugar en Luján, una localidad al oeste de la capital.
Sin embargo, el mensaje desde el púlpito fue similar en ambos: la Iglesia católica hizo un llamado a borrar divisiones y diferencias partidarias.
“Urge recrear las condiciones políticas e institucionales que nos permitan superar el espíritu de confrontación permanente, que no hace sino agudizar nuestros males”, leyó el cardenal Jorge Bergoglio, en su homilía en la catedral.
“El bicentenario reclama soluciones, estimula a presentar propuestas y a mejorar la calidad de nuestras instituciones”, coincidió desde el Tedeum “oficialista” el obispo Agustín Radrizzani.
Divididos
La confrontación entre líderes políticos se puso de manifiesto durante los actos de festejo y, según opiniones recogidas por BBC Mundo, fue la “mancha negra” en la algarabía y el patriotismo que manifestaron los ciudadanos comunes.
En tanto, la gente en las calles porteñas olvidó por un momento la polarización y las disputas para volcarse a los festejos, que se replicaron en el interior del país.
Tras cinco días de conciertos y desfiles, el cierre en Buenos Aires estuvo a cargo de la vanguardista compañía teatral Fuerzabruta, con 2.000 actores en escena.
Montados sobre 19 carrozas, representaron símbolos y escenas clave de la vida nacional –de la crisis de 2001 a la inmigración del siglo XIX, del tango a la industria, de las Madres de la Plaza de Mayo al cruce de los Andes sanmartiniano- en medio de un gran despliegue pirotécnico y tecnológico.
Los visitantes desbordaron el Paseo de Bicentenario, un corredor en el que estaban representadas las 23 jurisdicciones del país y una imaginaria “provincia 24”: la de los argentinos residentes en el exterior.
Pasada la medianoche, la despedida tardía la hizo el rockero Fito Páez, quien entonó el himno nacional argentino, junto a una decena de músicos invitados, y gritó al micrófono su deseo para la patria bicentenaria: “Feliz cumpleaños, che”.
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